La entrada en números rojos se produce, según explicaron a inversores y analistas los directivos de la multinacional, por el impacto en las cuentas del cierre de sus plantas en A Coruña y Avilés.
El coste inicial de la reestructuración, después de firmar en enero el acuerdo con los sindicatos, ascendió a 120 millones de dólares (unos 107 millones de euros). Pero la factura será más abultada. El impacto final dependerá de si se encuentra o no comprador para las fábricas, un proceso con el que la cúpula de Alcoa se mostró «comprometida», por boca de William Oplinger, vicepresidente y director financiero.
Según los cálculos que manejan en la sede de Pittsburgh, la cuenta de la reestructuración se incrementará entre 70 y 125 millones de dólares (en euros, entre 62 y 111 millones) para cumplir con el plan social pactado con los representantes de los trabajadores. Tres cuartas partes de ese desembolso corresponderán a pagos en metálico.
El presidente de Alcoa, Roy Harvey, presentó ante el mercado el cierre de las dos plantas españolas como un sacrificio necesario, argumentando que su elevado coste de mantenimiento las hacía poco competitivas. Y lanzó un aviso que no tranquilizará a los trabajadores de otras fábricas: «Continuaremos revisando nuestra cartera de activos».