El precio de venta de salida de fábrica de la producción de la industria manufacturera vasca acumularon en julio 22 meses consecutivos de crecimiento. Son casi dos años interrumpidos de mejora del sector, apoyado en el segmento históricamente más activo en Euskadi, el metal, para poner distancia también en esa variable respecto a las estrecheces de la crisis. En concreto, los precios industriales vascos aumentaron un 5,2% interanual el pasado julio.
Este el mayor repunte registrado desde diciembre de 2011, lo que consolida la tendencia iniciada a finales de 2016. Esa es la clave principal del Índice de Precios Industriales (Ipri) hecho público ayer por el Instituto Vasco de Estadística.
Si se analiza exclusivamente la evolución de las empresas manufactureras -sin energía e industrias extractivas-, el periodo de crecimiento se remonta a octubre de hace dos años. Desde entonces y tras los bajos ritmos iniciales, las fábricas han conseguido mantener un repunte sostenido del precio de su producción en el mercado, con un especial protagonismo de las actividades siderometalúrgicas. Esto confirma el despegue definitivo de capítulos como el acero, que suman la guerra de precios de competidores con menores costes -el ejemplo más claro es China- a los problemas habituales en la salida de una crisis tan dura como la que concluyó en 2013.
Aunque la economía vasca cerrará este año cinco ejercicios de crecimiento, los precios industriales continuaron cayendo hasta otoño de 2016. De modo que los ingresos de las empresas mantuvieron un perfil bajo y prolongaron los efectos en los balances de la recesión. Esa situación suponía en general un freno para la inversión, porque el incremento de las ventas no estaba traduciéndose en mayores entradas de dinero.
La trayectoria de la metalurgia y las manufacturas metálicas es irreprochable. El ritmo de crecimiento interanual de los últimos siete meses, con la excepción de mayo (4,3%), ha rondado el 5%, y en julio marcó su máximo del año con un 5,9%. El metal es la actividad que está menos sujeta a vaivenes coyunturales y, en un contexto de crecimiento económico como el actual, una tendencia positiva sostenida en el tiempo es sinónimo de normalidad.