Los precios del cobre cayeron esta semana a su nivel más bajo desde el pasado mes de noviembre debido a los débiles datos económicos de China. Sin embargo, el Grupo Internacional de Estudios del Cobre (ICSG) acaba de decir que espera un déficit del metal este año.
Otros, como el gigante de las materias primas Trafigura, también hacen sonar la alarma de una escasez a largo plazo, esperando precios récord para el metal, sin el cual la transición energética sería imposible. Sin embargo, los precios siguen siendo bajos, y esto es un gran problema.
Las instalaciones eólicas y solares requieren entre ocho y doce veces más cobre que la capacidad de generación de carbón y gas, según la Asociación Internacional de Abogados. Los vehículos eléctricos necesitan entre tres y cuatro veces más cobre que los vehículos con motor de combustión interna.
Por tanto, una transición a cero requeriría mucho más cobre del que producimos ahora a escala mundial. Según S&P Global, la demanda de cobre se duplicará de aquí a 2035. Según McKinsey, en 2031 el mundo se enfrentará a un desfase de más de 6 millones de toneladas anuales entre la demanda de cobre y su oferta.
El ICSG, un grupo de exportadores e importadores de cobre, señaló a principios de este año que entre 2017 y 2021 sólo se pondrán en marcha dos nuevas minas de cobre. También dijo que la producción de cobre el año pasado aumentó mucho menos de lo que esperaba, y lo mismo puede decirse de este año.
En el contexto de las últimas tendencias de la industria minera, estos objetivos empiezan a parecer extremadamente difíciles de alcanzar. Una de ellas, quizá la más preocupante, es que una mina tardaría ahora 23 años en pasar del descubrimiento de cobre al inicio de la producción industrial real.
Es más tiempo que el que se han fijado el Reino Unido y California para lograr la electrificación total del transporte de pasajeros. Y significa que no habrá cobre suficiente para todos los vehículos eléctricos que se pretenden fabricar de aquí a 2035.
Hace tan sólo unos meses, los mineros hablaban de una década desde el descubrimiento hasta la producción, pero con unas normativas medioambientales más estrictas en los países desarrollados ricos en minerales y una regulación en rápida evolución en los países en desarrollo, ahí es donde se encuentra la industria: 23 años, según datos de la consultora Airguide, recogidos por Clyde Russell de Reuters.